El diseño tiene muchos ingredientes en su elaboración. Como de un plato gastronómico se tratase, lo que viene dispuesto en la mesa para su degustación, aparte del contenido alimenticio que supone, ha sido previamente ideado, organizado y alcanzado por etapas para su correcta consecución.
La elección de los ingredientes (o la receta), la adquisición de las materias primas en mercados, su tratamiento y manipulacion e incluso su conservación hasta el momento de tener que usarlas. El paso por el fuego hasta alcanzar su justa cocción. La combinación de sabores con la intención de satisfacer a los paladares más exigentes. El emplatado, para que los comensales experimenten ese efecto de sorpresa e incluso esa sensación de que se les está haciendo un regalo.
Cuando comemos o cenamos en casa o en un restaurante y terminamos con una sonrisa en la cara, nuestro recuerdo se centrará en la altura de la cocina -cocinero, materias primas y la combinación de las mismas para alcanzar el sabor y la sensación deseada- el servicio que hemos recibido y el entorno en el que se ha desarrollado la experiencia.
En el diseño la experiencia ha de ser la misma, en los fogones y en la mesa. La calidad de un plato refleja la calidad del cocinero, la calidad de la materia prima y la calidad de la puesta en escena.El diseñador se expone pues a mostrar todas sus credenciales eligiendo soluciones funcionales y formales, seleccionando los materiales que han de emplearse para que la experiencia del usuario sea lo más completa y satisfactoria posible y como no, teniendo un ojo también el mercado. Pero también existe en el diseño la figura del editor y/o el fabricante, a los que el diseñador también debe satisfacer. Digamos pues que casi el disenador es el que idea la receta, piensa en la combinación de sabores y texturas con estos o aquellos ingredientes e incluso llega a pensar en cómo presentar el plato a los comensales. Queda en la mano del editor y/o del fabricante la de seguir la receta paso a paso con la elección de los ingredientes de máxima calidad y la ejecución más fiel posible a la propuesta del diseñador.
¿Qué lugar ocupa el diseñador en toda esta ecuación? Obviamente que el editor y/o el fabricante tienen mucho peso puesto que son los artífices materiales del diseño, los proveedores de materias primas así como el de servicios. Obviamente que sin un entorno adecuado y una presentación atractiva, una sólida plataforma de distribución que permita llevar el diseño a cuantos más lugares mejor, todo el proceso anterior se vería sometido a un «efecto embudo» del que sólo cabe esperar fracaso.
La gastronomía, como el diseño, se están ubicando en estos últimos años en una posición muy mediática. «El diseño como motor de la economía y la innovación». La gastronomía también está destacándose como un punto que concentra muchas miradas, generador de riqueza y nuevos debates entorno a su evolución y su importancia dentro de la economía de una ciudad, una región o un país.
Desde las instituciones que sostienen el palio del diseño y lo pasean por medio mundo intentando mitigar ese «efecto embudo» que sufren algunas empresas del sector, intentan concienciar a todos los agentes posibles (mercado, instituciones públicas, etc) del impacto positivo del diseño en la economía. Insistimos nosotros, ¿qué lugar ocupa el diseñador en toda esta ecuación?.
Como escenario, y queremos que quede bien claro que tan solo es una opinión y no pretendemos que sea una verdad, el sector del hábitat es el que más competencia tiene y por consiguiente el que más diseño necesita. Como de una pasarela de moda se tratase, las empresas del sector tienen una necesidad de lanzar casi anualmente producto nuevo, producto que cree espectación y te haga visible en todo el mundo.Como un palo que empuja el coagulo hasta desatascar ese «efecto embudo». A priori para un diseñador este sector es un vergel, pero la realidad es que estas empresas están atascadas como un tropel de animales huyendo de un zoo.
¿Qué lugar ocupa el diseñador en toda esta ecuación? Pues entre un 3% y un 5%. El 95-97% restante es fuerza bruta para salir de zoo lo antes posible. Razonable y comprensible. Las circunstancias actuales exigen concentrar las energías en no caerse y ser pisoteado por los demás, pero con una dependencia absoluta del diseño. El diseñador realiza un acto de fe. «Tiene que vender mucho para que ese 3% llegue a pagarme la luz del estudio, o el alquiler». Solución: diseña como si no hubiese un mañana porque si no, puede que no lo haya realmente.
¿Tienen entonces los objetos que compramos o vemos en escaparates, blogs e internet tan solo un 3% de diseño?