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La auto-producción dentro del mundo de los diseñadores ya no se puede catalogar como “algo nuevo”. No es una tendencia, es una realidad.

Las lineas que antes separaban el arte, la artesanía y el diseño, en el contexto creativo y productivo, se han difuminado y en muchas ocasiones, borrado. El artesano diseña y el diseñador produce.

[Un ejemplo muy significativo es el de la cultura maker. El maker es una figura que basaba su actividad en el DIY, en el “Hazlo tú mismo” sobre una base tecnológica: electrónica (Arduino y Raspberry lo hicieron accesible), Internet, impresión 3D y CNC más baratas y accesibles y espacios talleres donde desarrollar sus proyectos (FabLabs).

Ahora la categoría maker es un cajón de sastre que engloba a cualquier creativo que produce sus propias piezas, tecnológicas o no, si para ello sigue un proceso de diseño más o menos ortodoxo.]

Foto: Nikhil Mitra

En esta mezcolanza de funciones lo importante es conocer mínimamente lo que se está haciendo. Si el artesano diseña, debería de conocer los procesos de diseño y si el diseñador produce, conocer cómo se fabrican las cosas.

Que un artesano diseñe requiere que éste renuncie a parte de su ego. Si algo he entendido en estos años de experiencia, es que el cliente (sus necesidades, su mercado y sus recursos) manda, y a partir de ahí, el diseñador (o el artesano en este caso) soluciona con su lenguaje, si quiere. En mi opinión, el producto debe ser más del cliente-marca y de su usuario objetivo que del propio diseñador.

Que el diseñador auto-produzca requiere que éste renuncie a parte de su idea. El proceso de diseño, en parte, se trata de ir validando ideas que conforman una solución e ir moviéndolas de un estadio al siguiente: de la idea a la palabra; de la palabra al dibujo; del dibujo al volumen; del volumen al prototipo; del prototipo al producto final; y del producto final al mercado. Por el camino se caerán ideas brillantes pero no aptas y así habrá que pensar en otras diferentes para llegar hasta el final del proceso con los objetivos lo más intactos posibles. Todos los que podamos, ¡pero los milagros a Lourdes!

Foto: Matthew Henry

 

Dicho esto, el título del post es “La artesanía mal entendida. Autocrítica a los diseñadores” y no me quiero ir por las ramas… Pongo en preaviso que Gauzak ha gestionado la producción en alguno de sus encargos pero nunca hasta el momento ha auto-producido.

Cuando el diseñador produce, una de las cuestiones que tiene que contemplar es la cantidad de unidades que quiere/puede/debe fabricar. Cuando se trata de este tipo de emprendimientos las cantidades son pequeñas: sea para no arriesgar demasiado capital, por no tener muchos recursos o por lo que sea. Bien en cualquier caso, siguiendo la máxima de “Equivócate pronto. Equivócate barato”.

Cuando produces pocas cantidades buscas fábricas que no te pida mínimos y los artesanos y los pequeños talleres son uno de los recursos más utilizados. Lo que nos falta a los diseñadores es conocer los procesos y la naturaleza de los mismos y concienciarnos de que cuando acudimos a un artesano, no estamos acudiendo a una fábrica industrial, y por consiguiente no podemos exigirle lo mismo.

Y ese es el primer punto: ¿No conoces mucho acerca del material y/o el proceso de fabricación? Escuchemos, dejémonos asesorar y adaptemos nuestro diseño, si es estrictamente necesario, a las posibilidades de fabricación ofrecidas.

Foto: Cassidy Phillips

 

¿Qué debemos entender de este tipo de fabricación?

Pues que las piezas no siempre salen todas iguales porque muchas veces están hechas a mano una a una. Con lo cual no debemos acudir al taller de turno con un p*to render; debemos acudir con un planito y ser tolerantes a las tolerancias (valga la redundancia). He oído de primera mano anécdotas de diseñadores que hemos protestado por variaciones de menos de 1 milímetro en una pieza de cerámica torneada a mano! Para que todos nos hagamos un poco a la idea. Habrá proyectos muy complicados que requieran esa precisión y más, pero otros no. Reflexionemos antes de parecer un/a memo/a.

Lo artesano y las series cortas se pagan.

Si vamos a una industria a producir una pieza (obviando otros gastos como moldes y demás) nos saldrá a pocos euros o céntimos porque haremos 100.000 unidades. Si acudimos a un taller es por necesidad, nuestra necesidad, y eso conlleva un respeto por aquellos que nos abren la puerta de su “casa”. No debemos exigirles los costes que conllevarían fabricarlo en serie.

No pretendo que se me interprete como que se debe acudir a un taller sin exigencias, con un cheque en blanco en cuanto a fabricación y a precio. Pero sí que seamos conscientes de donde nos metemos antes de pedir, pedir y pedir.

Ese taller que trabaja la madera, el decoletaje o el vidrio, depende en parte de nosotros diseñadores, del respeto que exigimos a nuestra propia profesión y que debemos prestar a los otros protagonistas de esta industria.

Ánimo que podemos.

 

Créditos foto portada: Analise Benevides

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