No estamos descubriendo el fuego. Pero es un tema para la reflexión. Dieter Rams para Braun y Jonathan Ive para Apple.
Hace casi cinco años, La Casa Encendida inauguró «Plagiarismo» una exposición que ilustraba como el plagio es una parte vital de la cultura, necesario para el aprendizaje y positivo siempre que lo «nuevo» implique mejoras con respecto a lo anterior. Un fragmento de la introducción de los comisarios de la muestra, Jordi Costa y Álex Mendíbil, del libro publicado de la exposición:
«El plagio es necesario, el progreso lo implica», Isidore Ducasse, Conde de Lautramont
Entre las muchas visiones que asaltaron al joven, heterodoxo y provocador Isidore Ducasse a finales del siglo XIX estuvo la de una cultura de la modernidad que establecería una dialéctica con la tradición, clonando conceptos pertinentes y mutando los impertinentes. No obstante, quizás Ducasse no se dio cuenta de que la cosa venía de lejos. Y, también, de muy adentro. La cultura creada por unos seres que aprenden fotocopiando información de una neurona a otra y que, a su vez, llevan incorporado el eco genético de las generaciones precedentes tenía que funcionar, necesariamente, a partir de mecanismos de duplicación.